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martes, junio 12, 2012

Carta abierta a un arzobispo

Opinión
Por Hernán Patiño Mayer *
Buenos Aires, 11 de junio de 2012
Monseñor Alfonso Delgado
Arzobispo de San Juan
He leído su réplica (1) dirigida a la presidenta de la Nación con motivo de la sanción que las autoridades de un colegio dependiente de la Universidad Católica de Cuyo aplicara a la alumna Micaela Lisola. Déjeme decirle antes de continuar que es como miembro de la misma comunidad de creyentes que escribo estas líneas. Dejé pasar un tiempo prudencial a la espera de alguna corrección o desmentida de su parte. No las hubo. Según se informa, la alumna habría sido sancionada por intentar, al hablar en un acto escolar, referirse al Día de la Memoria por la Verdad y la Justicia que se conmemora todos los 24 de marzo, en cumplimiento de la ley nacional 25.633, del 2 de agosto de 2002. Usted niega que ése haya sido el motivo de la sanción “sino que hubo una cuestión de tinte disciplinario”. Al no aclarar cuál es la “cuestión”, su negativa se desdibuja. Bien podría ser que la indisciplina fuera que la alumna desobedeció la orden de no hablar de ese tema en dicho acto y por eso fue sancionada. Si no fue así, sería importante que aclarara usted la razón de la sanción. Pero vayamos ahora, monseñor, al resto de sus declaraciones. Permítame decirle, con similar respeto al que dice tener por la señora Presidenta, que no creo que su preocupación sea cómo “llegar a fin de mes”. Gracias a la ley 21.950, firmada por Videla y Martínez de Hoz, los arzobispos y obispos con jurisdicción gozan de una asignación mensual estatal que asciende al 80 por ciento del sueldo de un juez nacional de primera instancia. Al mes de febrero de este año, esa canonjía era aproximadamente de $ 13.900, equivalente a unos seis salarios mínimos. Siendo soltero sin hijos, si esa suma no le alcanza, monseñor, usted tiene un serio problema de administración personal o lleva una vida poco acorde con la austeridad evangélica. Pero, además, usted ni siquiera debe ahorrar para su vejez. Por la ley 21.540, firmada también por Videla, una vez que cese usted en sus funciones o –Dios no lo permita– se vea incapacitado para ejercerlas, recibirá de manera vitalicia una suma equivalente al 70 por ciento del sueldo de los magistrados, lo que significa al mismo mes de febrero un ingreso mensual aproximado a los $ 11.000, equivalente a más de seis jubilaciones mínimas. Estos cuestionables privilegios son de carácter móvil y se satisfacen con los impuestos que pagamos todos los argentinos, católicos o no. Monseñor, si con todo esto a usted le preocupa cómo llegar a fin de mes, me permito sugerirle la relectura del Evangelio de Nuestro Señor (Mt. 6; 25,34) donde, entre otras recomendaciones, Jesús nos dice “que por todas esas cosas (sus preocupaciones, monseñor) se afanan los gentiles, pues ya sabe vuestro Padre celestial que tenéis necesidad de todo eso. Buscad primero su Reino y su justicia, y todas esas cosas se os darán por añadidura”. Y si pese a esto su preocupación persiste, vaya a Mateo 19,29 y lea: “Y todo aquel que haya dejado casas, hermanos, hermanas, padre, madre, hijos o hacienda por mi nombre, recibirá el ciento por uno y heredará la vida eterna”. Dice usted, después, que cualquiera que haya ejercido la función pública durante el último medio siglo puede aparecer en una foto con alguien “con gorra o sin gorra”. Debe usted haberse expresado mal, porque es obvio que casi todos tenemos una foto con gente sin gorra. Ahora bien, sólo algunos tienen fotos con gente con gorra –supongo que se refiere a militares– que, además, están condenados a perpetuidad por secuestros, torturas, asesinato, desaparición de personas, robo de bebés y que ejercían, cuando fueron retratadas, la conducción de una sangrienta tiranía. Parece algo más que casualidad que la misma persona, la rectora Larrauri, tres décadas después sea protagonista del episodio que nos ocupa. Esto sí, monseñor, debería ser motivo de su preocupación. Y finalmente le voy a decir algo que como Iglesia me preocupa a mí. Me refiero a las acusaciones que formuló su sobrina política Gisela Busaniche por Radio Continental (2), referidas a su conducta frente al secuestro y desaparición, en 1977, de la pareja conformada por su hermano Pedro Delgado y Graciela Busaniche, quien se encontraba embarazada de tres meses. Atentamente.
(1) Envié una carta de lectores a La Nación, que aún no fue publicada.
(2) En La mañana, que conduce Víctor Hugo Morales (8 de junio).
* Ex embajador argentino en Uruguay y en la OEA.
Publicado en diario Página12

lunes, junio 11, 2012

Ese Hombre

Por Victor Hugo Morales
En diario Tiempo Argentino
El hombre que el cronista imagina mientras mira como si fuese una cámara que recorre las tribunas del Mertlife Stadium quizá tenga 50 años. Se vino a Nueva Jersey o a Queens, que es donde suelen vivir los latinos en el conglomerado que llamamos Nueva York.
Eso ocurrió hace 20 años. El tipo se casó, tiene tres hijos. Los pibes fueron a la Argentina dos o tres navidades. Son americanos pero el viejo les ha metido un amor por la Argentina más grande que el suyo propio. Nostalgia que no se negocia con la bonanza económica. Todavía habla del Diego, del ’86, de Cannigia. Desde que los pibes entienden, les habla de la historia del fútbol argentino. Los hizo de Racing o de Boca o de River. Paga en monedas de oro por ver el fútbol argentino. Discute como si cada día su vida se desenvolviera cerca del Obelisco. Y ahora, con su familia, después de comer una barbacoa en el amplio playón de estacionamiento del estadio, pintado de celeste y blanco, entra a ese estadio para ver al seleccionado de su país y a Messi.
Ese hombre, piensa el relator, está en miles de las butacas en las que se celebra el triunfo frente a Brasil. Está viviendo la mejor tarde desde que dejó unas lágrimas en Ezeiza y partió. Messi le hizo el regalo más preciado a él, que siempre habla de jugadores que sus hijos nunca vieron. Apunta a Messi que allá abajo se abraza con sus agradecidos compañeros y el hombre imaginado les dice a sus hijos: “¿Ven? En Messi acaban de ver a todos los que siempre les nombro.”
Messi fue una síntesis perfecta del arquetipo argentino. Como si de adentro de un gran cartel de Diego, rompiendo el papel, emergiera Lionel para darle continuidad  a una saga inacabable de inmensos jugadores. Aunque haya puntos oscuros en la actuación de los muchachos de Sabella, y siendo demasiado evidente que la jactancia no sobrepasa la anécdota del resultado, puede decirse que la satisfacción del sábado es pura. Lo es por el espectáculo del que participó con momentos de brillo el seleccionado argentino. Por la jerarquia del adversario, aun si, como se sabe, tiene para más. Y fue -como se señala en el comienzo de la nota- un hecho emocionalmente impagable ver a quienes siguen siendo tan profundamente argentinos revivir el orgullo de las grandes conquistas, echar a volar sueños de grandeza, constatar la vigencia de aquello que siguen amando aunque la vida los haya llevado a caminar sobre los alambres con púas del exilio.
A la noche, quien firma la nota fue a ver la comedia musical Evita (otro gol de Messi la actuacion de la argentina Elena Roger), y antes de empezar la función vio entrar a un joven muy trajeado. Debajo del saco, tenía como camisa la de la Selección. No se la había querido quitar. Posiblemente pasó por la casa y decidió no bañarse para que el sudor del estadio le durase, como la disfonía, como los ojos aún enrojecidos. Era algo íntimo, para él y su mujer, porque la mayoría de los espectadores no podían entender el guiño.
Más tarde, en la medianoche de Time Square, en medio de las luces y los anuncios luminosos más potentes del mundo, algunos argentinos se paseaban luciendo pelucas con los dos colores amados. Messi, con cinco corridas en las que la cancha pareció tener electricidad, y algunos buenos ratos del equipo disimularon flaquezas sobre las que mucho hay todavía para trabajar. Pero aunque así sea, a las alegrías no hay que objetarlas cuando todavía son lágrimas. Habrá tiempo de revisar mejor el partido. 
Ahora es grato revisar las fotos. El viaje ha sido inolvidable. ¿Cómo podrá borrarse en las retinas el último gol de ese hombre, de Messi? O la imagen, otra foto, de otro hombre, del orgulloso argentino de Nueva Jersey que dice: “¿Ven? En él acaban de ver a todos los que siempre les nombro.”




sábado, junio 09, 2012

Islandia

Por Alfredo Zaiat
En estos días de renacer mediático de economistas del establishment, acostumbrados a confundir sus propios deseos con la realidad, es un ejercicio higiénico conocer que existe otro mundo económico al de la catástrofe que convocan. La economía europea transita un sendero de recesión, elevada desocupación y crisis social de proporciones por insistir con políticas ortodoxas de austeridad y subordinación al poder financiero. Ese resultado devastador es muy parecido al que la Argentina padeció con el acompañamiento fervoroso de los mismos economistas y analistas que hoy brindan cátedra sobre qué se debería hacer en materia cambiaria, monetaria y productiva. Un aspecto saliente es que siguen proponiendo la idéntica receta ortodoxa con cuidado maquillaje para no provocar rechazos. En un escenario de presiones en la plaza del dólar, y de indicadores de desaceleración de la actividad económica, comenzaron a reiterar el vademécum del ajuste. Un hecho asombroso es leer en grandes medios la opinión de economistas que se consideran de izquierda repitiendo lo mismo que los conservadores cuando hablan del dólar. Aquí como en Europa se demostró que existen otras formas de abordar las tensiones que son inherentes a la economía, puesto que es una fantasía el equilibrio general del dogma neoclásico. Islandia es un caso que permite exorcizar esos fantasmas y reafirmar que eludir el camino de la ortodoxia, tarea que es complicada porque va a contramano de discursos dominantes y de un sentido común sometido a esas ideas, brinda resultados positivos, cuidadosamente ocultados en el debate público.
Islandia es una isla de 330 mil habitantes con un PBI –antes de la crisis– de 13 mil millones de dólares. Es una economía muy pequeña. Tenía un Estado de Bienestar de los más avanzados de Europa. No se sumó al euro, manteniendo la soberanía monetaria con la corona islandesa. En octubre de 2008 estalló la crisis con parecida configuración, orígenes y dimensiones que en el resto de países de la Eurozona y Estados Unidos: neoliberalismo y desregulación financiera. Fernando Krakowiak explicó en Cash, el suplemento de economía de este diario, en un artículo publicado el 17 de abril del año pasado, que Islandia crecía rápido por el desarrollo de la industria pesquera, hasta que en 2003 se privatiza su sistema bancario y se flexibilizan las regulaciones para estimular el desarrollo financiero. Ese incentivo se potenció con una política monetaria de metas de inflación, que se venía aplicando desde marzo de 2001, y que llevó a un paulatino incremento de la tasa de interés para tratar de contener los precios minoristas. Fue un cóctel explosivo que derivó rápidamente en una bicicleta financiera liderada por los tres grandes bancos privados del sistema: Landsbanki, Kaupbing y Glitnir. Esas entidades armaron una inmensa burbuja, ayudadas por el frenesí especulativo de potencias europeas: tomaban fondos de corto plazo a tasas bajas en mercados financieros de otros países europeos, para luego prestarlos a tasas altas y a largo plazo en Islandia para financiar consumo. Ese flujo de recursos luego se amplió al rubro inmobiliario, generando un boom económico que se presentó como el milagro islandés, lo que atrajo la atención de inversores. Esos bancos ofrecían tasas de interés atractivas, convocando a ahorristas extranjeros, especialmente holandeses y británicos.
Ese desborde especulativo terminó estallando cuando se precipitó la crisis en Estados Unidos y en Europa, en 2008. Comenzó la corrida de ahorristas y los bancos no podían atender esa demanda, puesto que habían estructurado un sistema con depósitos de corto plazo y créditos de largo. Los bancos se habían sobredimensionado de tal manera que sus activos eran varias veces el Producto de Islandia. Ese despropósito implicó que las pérdidas de los bancos ascendieran a 100 mil millones de dólares, cuando el PBI era de 13 mil millones. El gobierno islandés nacionalizó los tres grandes bancos privados para evitar su quiebra. Reintegró el dinero a los islandeses, pero no hizo lo mismo con los ahorristas extranjeros. Gran Bretaña reaccionó y le congeló a Islandia los fondos que tenía depositados en su país, pero eso no alcanzó a cubrir la deuda. Junto a Holanda asumieron el compromiso de devolver ese dinero a sus ahorristas, para luego reclamar ese dinero a Islandia.
El gobierno islandés aprobó una ley que preveía la devolución de ese dinero a Gran Bretaña y Holanda, pero por presión de la población ese giro no se concretó. Hubo dos referendos que rechazaron la opción de pagar y socializar esa deuda. Esa respuesta social fue adquiriendo intensidad a medida que se conocían los fraudes y el enriquecimiento de banqueros y políticos durante esos años de fiesta financiera.
La secuencia de esta crisis comenzó en septiembre de 2008, cuando se nacionalizaron los principales bancos del país; y como consecuencia de ello comenzó el hostigamiento de algunos países, su moneda (la corona islandesa) se desplomó, la Bolsa suspendió toda actividad y el país cayó en bancarrota. En 2009, las protestas sociales lograron la convocatoria a elecciones anticipadas, provocando además la dimisión del primer ministro y de todo su gobierno en bloque. Aunque continuaba la pésima situación económica, mediante una ley se propuso la devolución de la deuda a Gran Bretaña y Holanda mediante el pago de 3500 millones de euros (un tercio del PBI), monto que sería abonado por las familias islandesas durante 15 años con una tasa de interés del 5,5 por ciento anual. En 2010, el pueblo islandés salió a la calle para pedir un plebiscito por esa ley, y el resultado fue un arrasador 93 por ciento de los votos para la opción del no pago de la deuda. Mientras, el gobierno nombró una comisión de investigación para dirimir jurídicamente las responsabilidades políticas de la crisis. Comenzaron las detenciones de decenas de banqueros y altos ejecutivos y consejeros de las entidades financieras. Interpol dictó una orden de detención, y algunos banqueros implicados abandonaron el país. En ese contexto de crisis se eligió una Asamblea para redactar una nueva Constitución que recoja las lecciones aprendidas de la crisis.
Islandia ha atravesado una situación difícil y aún no se ha recuperado totalmente, pero ya no padece ataques a su deuda pública, ni a su moneda, ni a su sector público. Hoy, su economía se va recomponiendo lentamente al crecer un 3 por ciento en 2011 con un desempleo del 7 por ciento, y la perspectiva de aumento del Producto para 2012 es del 2,7 por ciento en una zona económica dominada por la recesión. Pese a esa gestión de la crisis, la mayoría de los islandeses todavía padece los costos de esa debacle, porque se han recortado derechos de su Estado del Bienestar, que era uno de los más avanzados del mundo. Islandia ha conseguido recortar su déficit público (del 13 por ciento en 2008 al 8 por ciento en 2010) y todo ello a costa de medidas nada gratas para la población: han subido considerablemente los impuestos a las personas físicas, los salarios han disminuido un promedio del 12 por ciento y han bajado los gastos sociales.
Más allá de las medidas económicas concretas, Islandia es un caso que demuestra que las cosas se pueden hacer de otra manera que no sea la socialización de los quebrantos de los bancos o la implementación de la receta ortodoxa que proponen los economistas del establishment. Por esos motivos no se habla de Islandia.
en diario Página12 9 de junio de 2012